- América Latina es rica en minerales fundamentales para la transición energética. Según el Ministerio de Energía y Minas (Minem), Perú mantiene el segundo lugar en la producción de cobre a nivel mundial.
- De acuerdo con un reciente informe de McKinsey & Company, “The energy transition: A region-by-region agenda for near-term action”, Perú se encuentra categorizado como “Economía en desarrollo, naturalmente dotada”. El conjunto de países perteneciente a esta categoría representa el 9% de la población mundial y el 5% de las emisiones globales.
El progreso del mundo hacia una energía más limpia se ha acelerado. Durante la última década, la producción de energías renovables se ha más que duplicado a nivel mundial, y su cuota en el consumo total de energía primaria ha aumentado del 9% en 2011 al 13% en 2021. Sin embargo, el uso de combustibles fósiles también se está expandiendo para satisfacer la creciente demanda de energía.
La demanda mundial de energía creció un 14% entre 2011 y 2021, impulsada principalmente por fuentes intensivas en emisiones. Como resultado, las emisiones globales relacionadas con la energía han aumentado en la última década en aproximadamente un 5%, o 1.7 gigatoneladas (Gt) de CO2, y la proporción de energía primaria procedente de combustibles fósiles se ha mantenido prácticamente sin cambios, en un 82%.
De este manera, el riesgo climático físico y sus manifestaciones visibles también continúan creciendo. Por ello, existen tres factores fundamentales para comprender la capacidad de cada país para hacer una transición energética más ordenada:
- La dependencia económica a corto plazo de las importaciones de energía y de las industrias intensivas en emisiones. Algunos países dependen de la energía importada, con frecuencia combustibles fósiles, para su seguridad energética.
- La presencia (o ausencia) de recursos naturales, como energía eólica, solar, minerales. Algunos países tienen un potencial natural doméstico limitado para el desarrollo de energías limpias, como los niveles requeridos de sol o viento, terrenos adecuados para nuevos proyectos o abundantes reservas de minerales.
- Los recursos financieros disponibles de un país y su capacidad de apalancar capital para apoyar la transición energética. La transición a cero neto requeriría entre USD 1 billón y USD 3.5 billones más de inversión media anual de capital en todo el mundo hasta 2050, según las estimaciones de McKinsey & Company.
En base a estas tres dimensiones, la firma global McKinsey & Company ha definido cinco arquetipos principales de países que enfrentan desafíos y oportunidades similares en la transición a cero emisiones netas:
- Países prósperos con seguridad energética. Estos países, que incluyen a Australia, Arabia Saudita y Estados Unidos, representan en conjunto el 8% de la población mundial y el 22% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). Tienen una abundante producción doméstica de energía y un elevado PIB per cápita.
- Países prósperos y con vulnerabilidades frente a la energía. Incluyen a Alemania, Italia y Japón, representan el 7% de la población mundial y el 13% de las emisiones mundiales. Tienen un PIB per cápita relativamente alto, pero están expuestos a problemas de seguridad energética.
- Economías grandes e intensivas en emisiones. China, India y Sudáfrica se encuentran entre los países de este arquetipo. Juntos, estos países albergan al 37% de la población mundial y generan el 40% de las emisiones globales.
- Economías en desarrollo, naturalmente dotadas. Indonesia, Egipto, junto a países latinoamericanos como Brasil, México y Perú se encuentran entre las naciones con economías en desarrollo dotadas de recursos naturales. Juntos, estos países representan el 9% de la población mundial y el 5% de las emisiones globales.
- Economías en desarrollo y en riesgo. Estas regiones incluyen partes de África y el Sudeste Asiático, así como algunas naciones insulares. Juntos, albergan al 11% de la población mundial y generan el 5% de las emisiones globales. Se caracterizan en gran medida por sus economías agrícolas y una exposición desproporcionada al riesgo climático.
Si bien cada país es diferente, la firma global considera que estos arquetipos se prestan a conjuntos similares de acciones y prioridades para una transición energética más ordenada.
Conclusiones sobre Perú y Latinoamérica en transición energética
- Perú, categorizado en el cuarto arquetipo de países, tiene un potencial significativo para obtener energía de fuentes solares o eólicas o recursos naturales críticos, como metales raros, para apoyar la transición energética. Una prioridad natural sería establecer un marco para desarrollar estos recursos y pasar a un modo de producción sostenible.
- Latinoamérica es rica en minerales fundamentales para la transición energética. Según data del Ministerio de Energía y Minas (Minem), Perú mantiene el segundo lugar en la producción de cobre a nivel mundial.
- La matriz energética en Latinoamérica es relativamente más verde que en otras regiones. Los combustibles fósiles representan el 70% del consumo total de energía primaria (frente al 82% mundial). El mix energético incluye un 20% de energía hidroeléctrica y países de esta región como Brasil se encuentran entre los mayores productores de biocombustibles.
- Los países latinoamericanos tienen un amplio potencial renovable, tanto eólico como solar. El desierto de Atacama, en Chile, tiene una capacidad fotovoltaica (PV) de 1800 GW, con factores de capacidad un 20% superiores a los de las mejores ubicaciones de África, Oriente Medio o Australia. Brasil y Uruguay tienen energía eólica y solar complementarias para un suministro energético más fiable o la producción de hidrógeno verde. Por su parte, Perú, Bolivia y México tienen un importante potencial solar, mientras que Uruguay, México y Colombia tienen un potencial eólico.
- Con una penetración de las energías renovables superior a la media, Latinoamérica también está bien posicionada para convertirse en un gran productor y exportador de derivados del hidrógeno verde (amoniaco verde y combustibles sintéticos). La región ha creado una amplia cartera de proyectos de este tipo, principalmente en Brasil y Chile, pero expandiéndose rápidamente a otros países como Uruguay, Argentina y Colombia.
“América Latina puede consolidarse como una de las regiones líderes en la transición energética. Gracias a una matriz comparativamente más limpia que otras y la abundancia, variedad y calidad de sus recursos de energía renovable, América Latina puede ser una de las primeras en alcanzar net zero. Pero no solo eso, también puede posicionarse como un exportador a gran escala de energía y productos sostenibles derivados de las energías renovables o biomasa – hidrógeno verde, e-fuels, materiales sustentables; así como créditos de carbono vinculados a soluciones basadas en la naturaleza – reforestación, conservación, agricultura sustentable”, afirmó Xavier Costantini, socio senior y líder regional de Sostenibilidad en McKinsey.
Los países de Latinoamérica tienen algunas oportunidades que considerar para esta transición energética ordenada:
- Simplificar, acelerar y aumentar la certeza de los permisos de proyectos y promover marcos más simples para la colaboración público-privada.
- Mejorar y estabilizar los esquemas de precios, los diseños de mercado y las garantías para reducir el riesgo de las inversiones en transición energética y mejorar el acceso al capital nacional e internacional.
- Introducir medidas del lado de la demanda para promover el cambio de combustibles fósiles a energía eléctrica y otras alternativas de eficiencia energética en el transporte.
- Desarrollar mecanismos y mercados regulados de seguimiento del carbono e impulsar incentivos para descarbonizar las huellas de la industria.
- Promover la fabricación local de piezas y equipos, y convertirse en una potencia exportadora de materias primas y productos sostenibles.
- Finalmente, desarrollar una fuerza laboral cualificada para apoyar la transición y crear beneficios socioeconómicos.
Lograr una transición energética global ordenada requerirá que todas las partes interesadas tomen medidas decisivas y coordinadas. También demandará una coordinación global para garantizar una transición equitativa y asequible, sin comprometer la necesidad de seguridad energética.