El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la imposición de un arancel del 50% sobre todos los productos de cobre semiacabados que ingresen al país. Esta medida provocó una fuerte reacción en los mercados internacionales, causando que el precio del cobre cayera hasta un 20% en una sola jornada, marcando una de las mayores caídas intradía desde al menos 1988.
Las acciones de Freeport-McMoRan, el principal productor estadounidense de cobre, retrocedieron cerca del 10%, mientras que las de Southern Copper bajaron más del 6%. Esta respuesta negativa refleja la preocupación por el impacto que el arancel tendrá en la cadena de suministro y en las ganancias de estas compañías.
No obstante, la administración Trump decidió no aplicar aranceles al cobre refinado, como los cátodos, que representan la forma más pura del metal y son esenciales para la fabricación de cables eléctricos y componentes electrónicos. Esta exclusión alivió a varias industrias estadounidenses que dependen del cobre refinado, evitando un aumento significativo en sus costos operativos.
Según un comunicado oficial de la Casa Blanca, las nuevas tarifas entrarán en vigor a partir del 1 de agosto. El mercado estadounidense ya había anticipado que se impondrían aranceles al cobre en bruto, una materia prima fundamental para sectores como la construcción, la industria automotriz y la infraestructura eléctrica.
Los aranceles se basan en la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de Estados Unidos, que permite aplicar medidas proteccionistas bajo la justificación de seguridad nacional. La Casa Blanca aclaró que estos gravámenes no se sumarán a otros aranceles ya vigentes, como los impuestos sobre vehículos; es decir, un producto gravado por el arancel automotriz no pagará adicionalmente el arancel sobre el cobre.
Además, Trump invocó la Ley de Producción de Defensa, una norma de la Guerra de Corea que otorga al presidente facultades para priorizar ciertos suministros nacionales. Ordenó que al menos el 25% de la chatarra de cobre de alta calidad y otros productos no procesados producidos en EE.UU. se vendan internamente, con incrementos programados hasta llegar al 40% en 2029.
La Casa Blanca justificó esta medida como una forma de garantizar insumos a bajo costo para las refinerías de cobre estadounidenses, que planean ampliar su capacidad en los próximos años. Este anuncio formal llegó tres semanas después del primer comunicado, en un contexto de presión intensa de diversos grupos interesados, desde productores y recicladores hasta gobiernos extranjeros.
Quedaron excluidos del arancel productos como el mineral de cobre, sus concentrados y los cátodos refinados, evitando así un aumento de costos para las industrias consumidoras. Esta decisión es crucial considerando que se proyecta un fuerte crecimiento en la demanda mundial de cobre durante la próxima década, impulsado por sectores como vehículos eléctricos, centros de datos y redes eléctricas.
En la bolsa Comex de Nueva York, el cobre estadounidense perdió más del 17%, eliminando la prima que tenía frente al mercado de Londres debido a expectativas de precios más altos en Estados Unidos. Chile y Perú, principales proveedores mundiales de cobre, son claves en esta dinámica, con el cobre peruano principalmente exportado hacia China, Japón y Corea del Sur. Chile celebró el anuncio por excluir a sus exportaciones de los nuevos aranceles. Máximo Pacheco, presidente de la estatal Codelco, destacó que la decisión mantiene al país como un abastecedor clave del mercado estadounidense gracias a la exclusión de los cátodos de cobre.