El cobre consolida su liderazgo en las exportaciones peruanas durante 2025, a pesar de los recientes aranceles del 50% que Estados Unidos impuso a los productos semielaborados del metal rojo. La cotización se mantiene por encima de los 4,40 dólares por libra, y el mineral ya representa más de una cuarta parte del valor total exportado por el país.
Según el Boletín Estadístico Minero del Ministerio de Energía y Minas (Minem), entre enero y abril, el cobre representó el 30,5% del total de exportaciones peruanas, con un valor de US$8.113 millones, un crecimiento de 15,5% respecto al mismo periodo de 2024. China se mantuvo como el principal destino (74,2%), seguido por Japón (6%) y Alemania (3,6%), impulsado por la creciente demanda asociada a la transición energética global.
Sin embargo, el economista Jorge Manco Zaconetti, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, advierte que este crecimiento esconde una debilidad estructural. “No sorprende que el cobre lidere nuestras exportaciones, lo que sí preocupa es que lo hacemos exportando concentrados, sin valor agregado. Ahí estamos perdiendo millones”, señaló.
El problema radica en que el Perú exporta el mineral en su forma más básica, a diferencia de países como Chile que lo venden refinado. “Un concentrado se paga apenas al 70% del valor del cobre fino. Mientras Chile puede recibir 4,40 dólares por libra, nosotros nos quedamos con unos 3,10 dólares o menos”, explicó Manco.
Actualmente, solo existe una fundición en operación: la planta de Ilo, construida en la década de 1970 y administrada hoy por Southern Copper Corporation. “Es la única minera integrada: produce, funde y exporta cobre refinado. El resto, como Las Bambas, Antamina o Toromocho, simplemente envían el mineral crudo a China, donde se refina y genera riqueza… pero allá”, sostuvo.
Además de perder valor por el precio del concentrado, el país también deja escapar los subproductos obtenidos en la fundición, como oro, plata, molibdeno y ácido sulfúrico. “En Ilo, los subproductos de oro y plata cubrían toda la planilla de la empresa. Imagina lo que eso significa”, subrayó el economista.
Hasta hace unos años, el complejo metalúrgico de La Oroya extraía hasta 18 subproductos de minerales del centro del país, algunos con más valor que el propio cobre. Hoy, esa riqueza se exporta sin refinar y sin dejar una huella fiscal significativa en el país. “Y lo peor: la Sunat no fiscaliza los subproductos. Es una evasión tolerada”, denunció Manco.
A esto se suma una falta de verificación técnica del contenido de los concentrados que se exportan. “Deberíamos exigir que parte se analice en laboratorios de países neutrales. Exportamos más de lo que reportamos, pero nadie quiere abrir ese debate”, criticó.
En paralelo, el oro continúa siendo otro soporte clave: entre enero y abril, generó US$6.272 millones en exportaciones (44,7% más que en 2024). Emiratos Árabes, Canadá e India lideraron los destinos. También destaca el zinc, con US$858 millones exportados, siendo China, España y Brasil los principales compradores.
A pesar de contar con una cartera de proyectos mineros valorizada en más de US$55.000 millones —de los cuales US$37.000 millones corresponden al cobre—, gran parte de las inversiones están paralizadas. “Tía María, por ejemplo, podría producir 120.000 toneladas anuales, pero sigue entrampada. Su EIA ya venció y legalmente Southern debería presentar uno nuevo, pero no lo ha hecho”, indicó Manco.
El economista Elmer Cuba, por su parte, defendió el rol clave de la minería: “Aporta el 63% de las exportaciones, el 40% del impuesto a la renta empresarial y el 16% del PBI. Hacia 2028, entrarían once nuevos proyectos con inversiones por US$8.000 millones”. No obstante, Manco cuestionó la objetividad de algunos analistas. “Cuba es parte del directorio de Macroconsult, que asesora a varias mineras. Tiene derecho, pero debe transparentarlo. No se puede hablar de manera imparcial si se representa intereses mineros”, enfatizó.
Finalmente, Manco advierte que aunque la minería tiene un enorme peso en la economía —consume el 50% de la energía nacional, por ejemplo—, sus beneficios tributarios son muy altos. “Por cada US$100 exportados, solo US$5 quedan en el país. Y tras devoluciones de impuestos, apenas queda uno”, señaló. Concluyó criticando el enfoque fiscal del Estado: “Nos paraliza el miedo al déficit fiscal, cuando el verdadero problema es la pobreza creciente, la inseguridad y la falta de visión. Seguimos siendo un país rico en recursos, pero pobre en decisiones”.