Mié. Abr 24th, 2024

No hay industrias minera y petrolera posibles si las decisiones técnicas caen ante las presiones políticas

David Reyes Zamora – Director periodístico Gestión

Bajo tierra, el cobre y el petróleo son piedras y restos orgánicos. Es su extracción lo que les da valor. Pero esta lógica elemental no es de entendimiento de nuestro premier y su séquito, a quienes la semana pasada su ministra de Energía y Minas se vio obligada a enmendar la plana en el caso Quellaveco. Cuando finalmente el proyecto que le permitirá al Perú exportar 1′100,000 toneladas métricas de cobre por año durante su primera década había iniciado su operación comercial y se disponía a preparar su segundo embarque de concentrados, le cayó una amenaza: la posibilidad de perder sus derechos de agua por un reclamo comunitario.

¿Acaso la democracia no garantiza el derecho a reclamo? Sin duda. Pero es responsabilidad de las autoridades aceptar la inconformidad con el resultado de un proceso técnico con argumentos técnicos. A este proyecto –que ha sido fundamental para la inversión en los últimos años y lo será para las exportaciones en los próximos– ya se le sobreexigió en otros tiempos y se le hizo perder un ciclo de precios de los metales. Y hoy, que toma este con apuro –el precio del cobre cae ante las subidas de las tasas de interés–, se le ‘premia’ con incertidumbre. La ministra dijo que “cuenta con la integralidad de las autorizaciones”es una legitimidad ganada a pulso. Ponerla en riesgo por populismo e ineptitud –o un artificio político distractor– es jugar con el país.

Lo de Quellaveco es un cuestionamiento tornado en presiones, que el Gobierno acepta y enfrenta a “un proceso técnico, transparente y público”, como destacó la SNMPE. Su presidente, Raúl Jacob, llamó la atención sobre un fenómeno no menor: “Normalmente no había conflictos en las operaciones mineras, sino que eran más en los proyectos (antes de que empiecen a operar). Esta administración ha aumentado la tolerancia a estos conflictos”.

Un reciente informe de Gestión sobre el sector petrolero constituye una metáfora para la minería. En esta industria, hay dos proyectos de exploración y cuatro de explotación paralizados por los conflictos sociales, la producción cayó 4.92% en el primer semestre y es un tercio inferior a la que era en la prepandemia. No hay presidente de Perupetro, que tiene seis contratos por vencer sin bases para su subasta y pone en riesgo tres cuartas partes de la producción nacional.

Hace sentido recordar otros tiempos: décadas atrás, se extraían cinco veces más barriles de petróleo al año, unos 200 mil frente a los casi 40 mil actuales. ¿Una advertencia para la minería? En la caída de la exploración petrolera, según los expertos, fue determinante la falta de una guía exploratoria de las autoridades, y el aumento de las exigencias ambientales y sociales. La debacle fue una sucesión de ineficiencias que se asentó y potenció con esta crisis política y la fiesta pagana del expresidente de Petroperú, Hugo Chávez. Es nuestro deber llamar la atención sobre el daño de largo plazo que genera este Gobierno en los sectores claves e impedir que esta historia se repita.

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