La posibilidad de una nueva alza arancelaria anunciada por Donald Trump contra productos chinos generó una inmediata reacción en los mercados internacionales. Sus declaraciones surgieron como respuesta a recientes restricciones impuestas por China a la exportación de tierras raras y tecnología, lo que alimentó los temores de una nueva escalada en la guerra comercial entre ambas potencias.
Uno de los primeros impactos se reflejó en el mercado del cobre. En la Bolsa de Metales de Londres, el precio del metal rojo cayó cerca de un 4.9 %, ubicándose en torno a los 10,337.50 dólares por tonelada. Esta baja borró por completo las ganancias obtenidas en días previos y evidenció la alta sensibilidad del mercado a las tensiones comerciales.
Los efectos no se limitaron a Londres. En los mercados de futuros de Nueva York, también se registraron caídas, en un contexto dominado por una creciente aversión al riesgo. El retroceso del cobre se sumó a una tendencia más amplia: caída de acciones globales, aumento en la demanda de bonos y oro, y una reorientación de inversiones hacia activos considerados más seguros.
Trump fue claro al afirmar que no veía sentido en mantener una reunión con Xi Jinping, prevista en Corea del Sur, si China persistía con lo que calificó como “medidas hostiles”. Además, anticipó que su gobierno estaba considerando la imposición de tarifas “masivas” como posible respuesta a las restricciones chinas.
Este contexto marca un momento crítico para el cobre, un metal clave en sectores como la industria, la infraestructura y la transición energética. Las amenazas comerciales generan incertidumbre en las cadenas de suministro y pueden afectar significativamente la demanda china, que representa un componente esencial del consumo mundial de este recurso.
En países como México, donde el cobre es parte fundamental de la actividad minera, una caída abrupta en su precio puede tener consecuencias directas sobre las inversiones y la rentabilidad de proyectos actuales y futuros. Por ello, es crucial que la industria minera incorpore estrategias de resiliencia frente a la volatilidad global, garantizando no solo viabilidad técnica, sino también solidez financiera y adaptabilidad ante posibles disrupciones externas.