Toronto fue escenario esta semana de un mensaje contundente del gobierno canadiense: la industria nacional no enfrentará sola las presiones externas. La ministra de Industria, Mélanie Joly, anunció que en los próximos días se presentará un paquete de medidas de apoyo al sector del aluminio, afectado por los aranceles impuestos recientemente por Estados Unidos.
Aunque Canadá ha lidiado en el pasado con restricciones comerciales por parte del vecino del sur, esta vez la respuesta del gobierno federal, encabezado por el primer ministro Mark Carney, apunta a una estrategia más amplia. Joly adelantó que el plan incluirá también una reorientación del sector del acero hacia nuevos mercados, aunque aún no se han revelado los detalles concretos.
Las medidas llegan en un momento delicado para la economía canadiense. Las fricciones comerciales con Washington han afectado a sectores clave como el acero, el aluminio y la industria automotriz. Según el ministro encargado del comercio bilateral, Dominic LeBlanc, Ottawa mantiene negociaciones activas con EE. UU. para buscar una salida que permita eliminar los aranceles, aunque reconoce que las conversaciones podrían ser prolongadas.
En paralelo, la industria de la canola enfrenta sus propios desafíos. China ha impuesto tarifas al aceite de canola canadiense, dificultando las exportaciones de un producto que fue pilar de la relación bilateral. Desde la oficina de Carney se ha confirmado que también se trabaja en un paquete de medidas específicas para apoyar a los agricultores, cuyas ganancias se han visto gravemente reducidas.
El medio iPolitics, citando fuentes del gobierno, reveló que Ottawa prepara una serie de anuncios económicos de gran alcance centrados en la competitividad industrial. Aunque desde el despacho del primer ministro no se han confirmado los detalles, todo apunta a un cambio significativo en la política comercial del país, ante la creciente necesidad de diversificar mercados y reducir la dependencia estadounidense.
El trasfondo de estas decisiones es claro: Canadá necesita redefinir su rol en el comercio internacional. La excesiva concentración en el mercado de EE. UU. ha dejado a sectores enteros vulnerables a decisiones unilaterales. Los recientes aranceles, justificados bajo el argumento de «seguridad nacional», han tensado la relación bilateral pese a los históricos vínculos entre ambos países.
Más allá del impacto económico inmediato, las nuevas medidas buscan construir una mayor autonomía comercial a largo plazo. Esto podría incluir alianzas estratégicas con Europa o el Indo-Pacífico, zonas donde la demanda de materiales industriales sigue creciendo. En el caso del aluminio —particularmente fuerte en Quebec—, los apoyos prometidos podrían traducirse en subsidios, incentivos fiscales o programas de modernización tecnológica.
El caso de la canola también exige una respuesta estructural. Canadá es uno de los mayores productores mundiales, y la pérdida del mercado chino ha obligado a buscar nuevos destinos en Asia y Europa. Productores de provincias como Saskatchewan y Alberta han exigido al gobierno medidas urgentes. Carney parece haber escuchado, y ahora el país se alista para una fase de redefinición económica, con la vista puesta tanto en Washington como en Beijing.