En el árido norte de Chile, donde el desierto de Atacama parece inmune al paso del tiempo, la minera Antofagasta Minerals ha logrado un avance significativo que destaca en el panorama nacional. A pesar de un entorno internacional complejo, marcado por tensiones geopolíticas, interrupciones en las cadenas de suministro y fluctuaciones en el precio del cobre, esta compañía chilena se ha consolidado como un referente de eficiencia operativa, fortaleza financiera y visión estratégica a largo plazo.
Durante el primer semestre de 2025, Antofagasta duplicó prácticamente su EBITDA, alcanzando los 2,230 millones de dólares, con un margen operativo del 58.8 %, el más alto desde 2021. Este crecimiento no solo responde a las condiciones del mercado global, sino también a decisiones internas acertadas, como la optimización de costos, la expansión de su infraestructura y la valorización de sus subproductos.
El éxito de la empresa es el resultado de una gestión disciplinada que combina rentabilidad con responsabilidad ambiental y social. La producción de cobre aumentó un 11 % interanual, llegando a 314,900 toneladas, gracias al desempeño sobresaliente de las plantas Centinela y Los Pelambres. Además, el precio promedio del cobre mejoró, mientras que los costos de producción netos, descontando los créditos por subproductos como el oro, cayeron un 32 % hasta situarse en 1.32 dólares por libra.
En un país donde el cobre es un símbolo nacional, estos resultados cobran especial relevancia. Más aún en un contexto en que la demanda del metal se incrementa por la transición energética, ya que la electrificación del transporte, la digitalización y el crecimiento de las energías renovables dependen en gran medida de este recurso estratégico.
Iván Arriagada, CEO de Antofagasta, destacó que estos resultados refuerzan la posición de la empresa como uno de los productores de cobre más eficientes del mundo. Sin embargo, enfatizó que el camino hacia la innovación y el crecimiento continúa, con proyectos clave como la ampliación de la planta desalinizadora en Los Pelambres, la puesta en marcha de una segunda concentradora en Centinela en 2027 y la extensión de la vida útil de la mina Zaldívar hasta 2051.
Estos desarrollos tienen también un impacto ambiental y social importante. La industria minera, tradicionalmente cuestionada por su huella ambiental, está adoptando nuevas tecnologías más limpias, como el proyecto piloto Cuprochlor‑T, que busca mejorar la lixiviación con métodos más sostenibles y eficientes, demostrando así su capacidad de transformación.
Por último, el desempeño financiero de Antofagasta también mostró avances en otras áreas. El beneficio antes de impuestos creció un 63 %, hasta 1,160 millones de dólares, mientras que las ventas de oro aumentaron un 53 %, lo que impulsó un crecimiento total de ingresos del 29 %. Esto permitió a la empresa duplicar su dividendo interino, beneficiando directamente a sus accionistas, al tiempo que fortalece su rol como actor estratégico que contribuye al desarrollo social, económico y ambiental del país.