La entrada del fondo activista estadounidense Elliott Management en Barrick Gold Corporation ha sacudido al sector minero global. Aunque ni la empresa ni el fondo han confirmado públicamente la operación, el Financial Times y medios especializados como Mining.com revelaron que Elliott adquirió una participación relevante en la compañía canadiense, una de las mayores productoras de oro del planeta. Este movimiento altera el equilibrio de poder dentro de la industria y coloca a Barrick en el centro de una posible reconfiguración estratégica.
La llegada de Elliott como uno de los principales accionistas de la minera ocurre en un momento de cambios internos y podría acelerar decisiones clave. No se conocen los detalles exactos del tamaño de la participación, pero fuentes cercanas afirman que el fondo ya dialoga con la administración de Barrick para impulsar ajustes profundos. Su presencia suele implicar presiones para reestructurar, optimizar activos y redirigir prioridades corporativas.
Barrick Gold, cuya sede se encuentra en Toronto y que opera en múltiples continentes, se encuentra revisando su portafolio global. En ese contexto, analistas han especulado con una posible separación de activos: por un lado, las minas situadas en jurisdicciones consideradas estables, como Canadá y Estados Unidos; por otro, las operaciones en regiones de mayor complejidad política o económica, especialmente en África. Una decisión de este tipo modificaría la identidad operativa y geográfica de la compañía.
La presión por reorganizar activos no es exclusiva de Barrick. La industria minera enfrenta un entorno de volatilidad geopolítica, creciente escrutinio ambiental y exigencias de rentabilidad más estrictas. Para un fondo como Elliott —conocido por su estilo intervencionista—, la minera canadiense representa una oportunidad para influir en mercados estratégicos como el del oro y el cobre, fundamentales tanto en las finanzas globales como en la transición hacia energías más limpias.
Elliott Management, fundado por Paul Singer y con más de 76 000 millones de dólares bajo gestión, tiene un historial de intervenciones en diversas industrias. En el rubro minero, su actuación más recordada fue la presión ejercida sobre BHP en 2017 para reestructurar su cartera. Ese precedente alimenta la expectativa de que su entrada en Barrick podría derivar en ajustes similares, desde la desinversión en activos secundarios hasta reformas organizacionales.
El contexto financiero juega también a favor del fondo. Tras la difusión del reporte del Financial Times, las acciones de Barrick subieron 1.4 % y acumulan un alza superior al 130 % en lo que va del año. Este impulso responde al fuerte desempeño del oro, cuyo precio se mantiene en niveles históricamente altos debido a la incertidumbre global. Al mismo tiempo, Barrick ha reforzado su posición en el cobre, un mineral clave para la electrificación y la infraestructura verde, lo que aumenta su atractivo para inversionistas con visión estratégica.
La eventual influencia de Elliott podría acelerar decisiones que la empresa ha postergado, como la venta de operaciones de bajo rendimiento, la simplificación de su estructura corporativa o una mayor concentración en minas con riesgos operativos reducidos. Esto tendría implicaciones en diversas regiones, incluida América Latina, donde Barrick opera en Argentina y Perú y ha mantenido interés en México. Un giro hacia jurisdicciones más estables podría abrir oportunidades para países que ofrezcan certeza regulatoria y fiscal.
Más allá del impacto financiero, una reestructura de este tipo tendría efectos en comunidades, empleos y cadenas de suministro. La minería no funciona aislada de los territorios en los que opera, y cualquier cambio en el control corporativo genera incertidumbre sobre compromisos sociales y ambientales. En un sector que demanda inversiones masivas y visión de largo plazo, el desafío será equilibrar las exigencias del capital con la sostenibilidad y la responsabilidad con los entornos locales.















